En memoria de la familia que perdimos…
Hemos
llegado al año 2050 y la humanidad, el pariente psicótico de la familia, el
pariente sin culpa ha terminado con los últimos Homínidos, lejos quedaron sus
pasos sobre sus hábitats ya casi inexistentes, así como las familias que
buscaban sustento bajo la lluvia.
Aún
recuerdo todos los esfuerzos que muchos hicieron por salvarlos y como los oídos
sordos del poder desoyeron la advertencia, pero es así, una especie psicótica que carece de culpa y de límites,
cuando de saciar su voracidad se trata, provoca su propia soledad, como si
hubiéramos terminado con toda nuestra parentela en una bacanal de sangre y
luego solos en una mesa caemos en la cuenta de que no fue un sueño, sino la más
cruel realidad.
Cada vez
fueron menos, y como todavía había alguno no nos preocupamos, algunos en
zoológicos, otros en laboratorios, otros en santuarios cada vez más minúsculos,
ya ninguno en sus hogares naturales, porque por nuestro hambre de espacio ya no
eran más las selvas y sabanas, bosques y humedales, ya no eran más…
Recuerdo a
mi amigo Pedro Pozas y tantos otros en
su lucha incansable como quijotes ante molinos que picaban vidas en todo el
mundo por el vil metal y seguían girando indiferentes a los clamores por un
trato distinto a la naturaleza, recuerdo la última vez que vi un chimpancé
detrás de una jaula, con su cuerpo y su alma mutilados, y las oportunidades
perdidas de aprender de su libertad y ser verdaderamente humanos.
Lejos
quedaron discusiones bizantinas y mezquindades que impidieron la unión de todos
los que decían querer a los animales, nunca tomaron en cuenta que unidos podían
mucho más y que la prioridad no era tener una razón sino nuestros hermanos, que
estúpidos animales fuimos.
Ya no podre
nunca cumplir mi sueño de intentar compartir con ellos una caminata en el
bosque, ni dejar de tener el aparente control del mundo para aprender de
quienes nunca pretendieron tenerlo, una ilusión que se fue y no volverá jamás.
Me duele
escribir cada palabra de esta carta, pero aun puedo sentir dolor, ellos ya no
sienten, son solo recuerdos de un mundo que pudo ser….
Fui
educador toda mi vida y lo único que me consuela ahora, que ya no estoy en las
aulas, es no enfrentar a los niños de hoy tratando de hacerles entender
nuestros crímenes de ayer…
Como
huérfanos estamos ahora…y todo lamento es ahora inútil y cruel…
ESTO ES
ALGO QUE NO QUIERO ESCRIBR NUNCA, PERO AUN EL MUNDO ME DICE QUE SI SEGUIMOS ASI
ALGUN DIA, ANTES DE SORPRENDERME LA MUERTE, LO HARE…
ANGEL
GABRIEL MENDEZ
Presidente de Educación Contra el Maltrato Animal
Argentina.
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